jueves, 28 de octubre de 2010

Zapatos salseros

Tenía que suceder. Cuando el busero en un ataque de espontaneidad cambió la emisora y sonó una salsa clásica, la pareja, separada por el pasillo, se encontró. Los demás pasajeros habíamos pagado boleta de 1400 y esperábamos ansiosos, la mayoría en la parte de atrás del bus. Fue el disco el lugar común donde el zapato derecho y la chancla izquierda, sin necesidad de hablarse se movieron a la par, evitaron el tedio y se coquetearon uno al otro. Ella se bajó primero y él no aguantó la depresión, en medio de una canción de Lavoe, cuadras después, tocó el timbre y se bajó con la mirada pegada al piso.

Lovaina

Lovaina al caer la tarde. Fue una reunión corta y pragmática. En medio de un pasillo estecho y al borde de una olla con tajadas de maduro, el joven de pantalones anchos, zapatos altos y camiseta sin mangas le decía a su tía: Mi hermana vuelve en tres o cuatro días, debe estar por la minorista metiendo vicio y pidiendo plata" A lo que la tía respondía inquieta por la necesidad de llevarla a un centro de atención. Él, poco convencido de la solución y consciente de la escasa voluntad de la pelada, solo atinó a decir: Vamos a cargarla pa que la encanen, al menos la tenemos encerrada.






Pregunte por lo que no vea

Medellín 5:30pm, Universidad Pontificia Bolivariana.
Estaban ahí, en la misma banca y mirando el mismo computador. Susurraban y se reían cómplices. La pelirroja llevaba gorrita roja y un saco rosado, la monita pelo suelto y un saco verde americano que por lo grande parecía prestado. Ambas de gafas oscuras aunque el sol se había despedido hace rato, de hecho lloviznaba. Música electrónica salía del MAC que esperaba sobre la mesa obturar el momento preciso en que ambas sacaran la lengua. Miraban la foto, sonreían y planeaban la siguiente, acercaban sus bocas y reían, un beso coqueto en la mejilla y más risas. A su lado, sosteniendo el kiosco en una de sus esquinas, una viga de concreto exhibía orgullosa sobre su torso tal cual : Pregunte porloquenovea.

Personaje

El sol, implacable, pegaba desde arriba sobre los 23 cuerpos que a esa hora se disponían a comenzar el partido en la cancha del Colegio Calasanz. Entre esos estaba el profe "lucho", quien en toda la mitad, con el pito en una mano y las tarjetas en la otra, no tuvo más remedio, segundos antes de dar comienzo al juego, que contestar con desparpajo ante el asombro de un ex-alumno que al verlo le dijo:
- Oiste lucho, vos todavía por acá, ¡no jodás!
- Sí hermano... condenado a vivir feliz.

¡Fresa!

Miércoles 6pm, Universidad Pontificia Bolivariana. Todos entran, saludan despectivos y se sientan. Ella rompe el protocolo, esboza un puchero 34D, apunta con sus pezones al profe y en tono juguetón, le suelta: "Pro, el lunes te dije y no me has mandado las diapositivas".
Él abre los ojos, cierra la boca y le dice que se las mandó justo después de clase. A lo que ella, campante, inocente en su mundo rosado, fresa y hello kittie, sonrié y escupe su argumento: "perdón... es que no he revisado el correo"

jueves, 30 de septiembre de 2010

Recuerdos

Ahora lo recuerdo, siempre fue un tema intocable. Esa especie de pactos de silencio que se forman en las familias y en las que uno, -nunca lo suficiente grande para enterarse- deja pasar y da por perdidos a esos ataques de curiosidad que alguna vez fueron, y que ante la censura, pasaron a mejor vida.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Buscando la muerte como un vagabundo



30 segundos verde.45 segundos rojo. ¿Dónde estoy? , recuerdo que emprendí hace varios días, meses o quizás años un viaje desde mi natal Buenos Aires.


Sí. No recuerdo mucho más que eso. El ruido provocado por los carros, motos y buses cala de manera directa y profunda en lo más remoto de mi cabeza, no me deja pensar, no me deja recordar. Es tarde ya, pero de manera inexplicable huele a mañana: café, cigarrillo.


30 segundos verde.45 segundos rojo. Son las 9 de la noche. ¡Váyanse todos! ¡Quiero estar solo! , que pase la noche, que llegue el silencio. Necesito una cerveza fría. Este sitio es algo raro, todos caminan rumbo a los bares, ¡vayan a casa! , ¿Por qué no me oyen? Está bien, me rindo, necesito descansar, quiero dormir pero creo que tengo hambre y ansiedad por saber algo acerca del lugar.


“Aturdido y abrumado por la duda de los celos, se ve triste en la cantina un bohemio ya sin fe”. Han pasado varias horas desde que desperté, el lugar parece ganar en silencio como perdió en luz. Por primera vez aquí me siento solo. Papá, ¿dónde te has metido? Intento llenar mi mente de recuerdos, la puta madre ¡me gusta la música de Andrés Calamaro!


Con el paso de los minutos empiezo a entender ciertas cosas. No hay tanto carro, me gusta poder respirar aire puro. Extraño los asados de mi casa. Quiero saber donde estoy parado, hacia dónde volar.


Recordar es vivir. ¡Qué linda infancia!, fueron inolvidables esos veranos en los que apenas era un pibe. Soñaba con jugar en la primera de Boca y vestirme de gloria. Sólo nosotros dos, frente a frente. La pelota mi única compañera, nunca me abandonó, siempre fuimos ella y yo. Está bien, lo acepto, soy un búho amargado. Me gusta la soledad como pocas cosas en la vida.


Empiezo a sentir el trajín tras una larga noche de recuerdos y nada más, mi presente no es muy alentador, mis alas están pesadas y el frío hace mella sobre un descolorido plumaje. Incertidumbre, esa es la palabra que me encierra y que no me deja soñar. “Hoy busco, dormir a gusto, no suena muy ambicioso pero créeme es mucho”.


Los días para mí siempre comenzaron a las 6 p.m. pero el tiempo no da tregua y por lo menos en este momento soy conciente de eso. Son las 4 de la tarde. Tímido parto de la esquina del encanto, lugar que me acogió durante toda una noche y a la que espero si todo sale bien no tener que regresar.


Las pequeñas calles se ven atestadas de buses, carros y motos. Desprevenidos transeúntes que buscan abrirse paso y que se juegan la vida en cada cruce. Mi vuelo lo hago a media altura lo que me permite tener un mejor detalle del espacio y poder observar cada casa, cada cuadra, cada calle como las líneas de una mano abierta.


Aunque parezca extraño, estoy en todos mis cabales, no dejo de observar con detenimiento cada metro que recorro. Siento miedo, ¡este lugar es de locos! Acabo de pasar un lugar llamado “La Playa”, pero no hay castillos de arena. Confirmado, ¡este lugar es de locos!


La gente mantiene su mirada pegada al piso, cada uno en lo suyo, poca comunicación y mucha prisa en los nativos de esta zona. Dicen que de día traigo mala suerte, en mi humilde opinión: pura y física mierda. Talvez por eso no me quieran ver, talvez estoy huyendo. Puras conjeturas. Tal vez llegue a casa rápido.


No doy más, acabo de pasar Perú. ¿Qué carajos es Girardot? Los colores que marcan el ritmo de la gente no cambian, un poco de verde, ¡dame más rojo! ¡Aguantá corazón! ¡Cómo te extraño Argentina!


Espero no estar delirando. Allí estás, a lo lejos te veo.