lunes, 15 de febrero de 2010

La salsa vive

Las camisas de Lavoe resaltaban sobre la multitud que a esa hora se aglutinaba sedienta de salsa, son y rumba. Nuestra cosa latina ponía una vez más sus manos en los timbales, maracas, bongoes y demás instrumentos que hace más de 40 años pusieron a bailar a los abuelos, luego enamoraron a nuestros padres y que los jóvenes heredamos casi de manera involuntaria pero afortunada.

El sol se escondía pero llegaba una noche expectante, la fila transcurría en medio de conversaciones banales que buscaban disimular la tensión de casi cinco años de espera desde la última visita de Fania a la ciudad, las bolsas repletas de aguardiente dinamizaban la espera y bajo el ritmo de algunas cajas se entonaban conocidas canciones que invitaban a cantar, a tararear, a especular sobre cuales serían las elegidas sobre tan amplio repertorio.

Una cantidad considerable de policías esperaban por los aficionados que a esa hora de la noche eran sutilmente mojados por pequeñas ráfagas de lluvia, algunas mujeres alcanzaron a equiparse con carpas y plásticos para mitigar el efecto de la lluvia sobre sus cabellos, otros optaron por guardar su boleta, ese pedazo de papel que en ese momento valía oro. La registradora se movía y la fila avanzaba, cada vez se veía más cerca la gran carpa que albergaría esa noche a los cerca de 5 mil aficionados que disfrutarían el regreso de las Estrellas de Fania a Medellín.

El recinto, sin ser el Yankee Stadium - lugar de memorables conciertos en las décadas de los 70 y 80 – se presentaba como un lugar cómodo. Bajo una inmensa carpa y sobre una gran lona dispuesta por los organizadores para evitar el pantano, los aficionados esperaban inquietos la salida de sus ídolos. Cada aficionado tenía su respectiva silla pero sólo servía a manera de banquito para mirar más allá, estar un poco más cerca de las estrellas. De sus Estrellas de Fania . Faltaban 2 horas para la presentación de la orquesta y el ambiente empezaba a calentar, las canciones de salsa comenzaron a retumbar por un sin número de parlantes que habían dispuesto para el concierto. En cuestión de una hora pasaron por allí Los Hermanos Lebrón, Héctor Lavoe y Celia Cruz (muertos estos dos últimos), tan ausentes pero tan ídolos, nadie los vio pero todos bailaron sus temas, al ritmo de los parlantes y de quien con acierto los colocó.

En medio de algunas banderas de Puerto Rico y bajo el ritmo de varios cencerros la gente repetía una y otra vez a manera de culto “ fa fa fa fania… sa sa sa salsa ” hasta que a eso de las 11 de la noche el locutor anunció la esperada salida al escenario por parte de la Fania, uno a uno los músicos fueron desfilando a la tarima en medio de la locura colectiva y una maratón de aplausos. Con el trajín de los años a cuestas pero manteniendo la alegría intacta entregaron por más de tres horas un concierto inolvidable, mágico.

Por el escenario pasaron cantantes de la talla de Cheo Feliciano, Richy Ray, Ismael Miranda y Adalberto Santiago, todos con la misma orquesta y bajo la dirección de Johnny Pacheco. Todos con el orgullo de pertenecer al sello Fania, a esa orquesta que hace más de 40 años se creó en New York y que se dedicó a exaltar la cultura latina. Una vez más dejaron una huella imborrable por la emotividad y humildad para con su público. Fania se gozó el concierto, bailaron, improvisaron y hasta tuvieron tiempo para homenajear a miembros de antaño que ya no están con nosotros .Medellín se gozó a Fania y fue testigo de un memorable concierto en el que contrario a una vieja canción por cada lágrima hubo 10 risas. Se fueron sin antes prometer que esta no sería la despedida y se marcharon entre un mar de aplausos repitiendo sin descanso “la salsa vive”.

Abril 21 de 2009
Mateo Isaza Giraldo.